martes, 21 de diciembre de 2010

NUEVAS Y VIEJAS MELODIAS

Como el viejo músico que acostumbra su vida a la de su instrumento, apareces errante en el camino hacia la percusión inmortal que te haga vibrar allá donde nos encontremos. Surges como reflejos de antiguos sonidos, encubiertos en una melodía desencadenada, que terminan por desvanecerse al chocar con los muros insensibles levantados en determinadas antenas receptoras. En el eco restante, que golpea cada vez más debilitado las paredes, descubres el verdadero significado del creador. No va más allá, no ha de buscarse en lo divino, no necesitas sentarte impulsivamente con lápiz y papel en mano para lograr arrebatarle su sentido.


Trepidante escalada de notas, elevan tu percepción al plano mayor de la composición elaborada; en la cuál, ahí sí, puedas llegar a reunir toda tu materia y logres fundirla en metal del más valioso género. El vértigo a subir no debe de crear ningún atisbo de principio de incertidumbre en ti. No existen motivos suficientes para saltar del coche en marcha. El riesgo de lesiones es imperceptible numéricamente, aunque si la preocupación te aflige, las posteriores interpretaciones musicales quizás te hagan retomar el camino. Huye, que no te duela. Huye de lo que no te haga sentir, huye de mí si es que soy yo el que no te conviene.

Pon un ojo en el cielo, sal a preguntarle a la estrella más brillante. Averigua si alguna vez la perspectiva fue la causa. Bajo miles de ellas, observando, no desaparecen detalles sin valoración previa. Aprieta fuerte las manos, pues la vigilia acaba de detener su mirada en ti buscando la respuesta ansiada.

Si después de todo, la música continúa sin llegar nítida a tus oídos, el problema no estribará ya en el músico que practica su arte exclusivo para ti, en sesión privada. Puede ser que lo halles dentro de un mecanismo, el tuyo, que tras largos periodos de inactividad por la maleza humana necesita que le añadan un poco más de carbón en su caldera para reemprender de nuevo el paso.

Puesto en marcha, compruebas que el mecanismo, a pesar del óxido que recubre su superficie, manifiesta latente sus ganas de abrirse paso entre las montañas. El sonido de los engranajes, aún toscos y quejosos en un principio, resuenan ahora como una coral armoniosamente orquestada repleta de dulces voces. En manos de un buen director de orquesta, la melodía siempre quedará en el recuerdo de quién este dispuesto a recibirla entre sus brazos.......... así que por favor, maestro, cuando usted quiera puede empezar, que aquí sentado estaré esperando a que de comienzo el concierto.