No hablo de mì, ni de tì, ni siquiera hablo de alguien a quièn ponerle un rostro. No hablo de un secreto, ni de una historia con final feliz.
Años atràs, una tarde de invierno, con bastante frio y noche cerrada, llegaba a casa despùes de una jornada de trabajo. Me encontraba justo a las puertas del portal del edificio en el que vivo, cuando al introducir una de las manos en el bolsillo para sacar las llaves, èstas cayeron al suelo. Me incline para recogerlas, y en ese preciso momento, al levantar la cabeza, una luz encendida en una terraza, llamò mi atenciòn.
Era la terraza de un piso, del edificio contiguo. La luz era tenue, demasiado dèbil, casi imperceptible. Aùn asì, se podìa atisbar en su interior, la figura sombreada de una persona sentada en el suelo con las piernas cruzadas, el cuerpo echado hacia delante y la postura inmòvil.....dirìa que casi sin vida. Una sensacìon extraña me recorriò el cuerpo. Sin saber a cuentas de que, una inesperada tristeza se instalò en mì durante unos instantes, que me resultaron eternos. Quede allì plantado, cuando al instante, la sombra tomo vida. Se puso en pie lentamente adentràndose hacia el interior de su vivienda y, desapareciendo ante mis ojos. Al apagarse la luz, su presencia ya no era tal, pero la sensaciòn de dolor aùn latìa en el ambiente.
Durante los dìas siguientes, alentado por una curiosidad insatisfecha, intentaba llegar siempre a la misma hora que la primera noche, para poder coincidir con aquella sombra en la terraza, aunque sin mucho èxito.
Una tarde, no recuerdo el motivo, regresè àntes de lo habitual a casa. Cùal fue mi sorpresa, cuando sin ser aùn noche cerrada, y todavìa con los ùltimos alientos de sol, al echar la vista hacia arriba, buscando aquella silueta misteriosa, pude descubrir que tràs ella, se encontraba un hombre de unos 40 y pocos años, de complexiòn normal. Observè como delante de sus piernas cruzadas, descansaba un cenicero, que empleaba para echar las cenizas del cigarro que fumaba lentamente con la mirada pèrdida al frente, inerte.
Èsta vez la sensaciòn de tristeza fue extrañamente intensa. Lejos de desaparecer, se hizò màs presente. Contrariado, subì a casa, con la idea clara de dejarlo pasar.
En los meses sucesivos, el "modus operandi" del hombre en la terraza continuò tal y como tuve ocasiòn de presenciarlo la primera vez. Siempre la misma sensaciòn, siempre el mismo duelo en el ambiente, siempre la misma fidelidad a aquel ritual.
Posteriormente, por motivos personales, deje de residir en aquel edificio durante unos 8 meses. A mi vuelta a èl, y dando por resuelto aquel tema, cierta noche mientras terminaba de cenar en la cocina, el reflejo de una luz en el cristal de la ventana, hizo que me levantase de un salto de la silla y me dirijiese raudo a la ventana. Allì estaba de nuevo, la sombra del hombre ausente.
Esta es la historia...............Una pareja de recièn casados, años antes, habìan decidido que ese serìa el lugar ideal para vivir juntos y crear una familia. Al poco tiempo, de estar allì, ella habìa logrado quedarse embarazada. Era lo que ambos habìan deseados. Todo estaba saliendo segùn lo planeado. Un dìa cualquiera, de un mes cualquiera, ella recibiò la noticia de que andaba enferma en pleno embarazo. Diò a luz a una niña magnìfica, por lo que despùes pude ver. Sin embargo, al poco tiempo, ella muriò vìctima de la enfermedad mortal que le habìan diagnosticado.
El hombre, no pudo soportar el impacto de la noticia, y su mente sufriò un serio revès que le dejo sumido en profundos estados depresivos, de continua tristeza, y sobre todo con un corazòn destrozado. Los padres del hombre, decidieron ir junto a su hijo, para ayudarle a criar a su pequeña hija. Al poco tiempo de estar allì, el padre de èl tambièn falleciò de un infarto inesperado.
Todavìa hoy, se puede ver la soledad y la tristeza de aquella sombra en la terraza con la mirada pèrdida al frente, buscando encontrar de nuevo los ojos de ella mientras fuma un cigarrillo, inundando con sus llantos vacios, en un lamento eterno.......el ambiente de una atmòsfera tan deshumanizada.
Vivimos en una sociedad, que nos dicta por mandato, la importancia de configurarnos una vida estable, segura e indestructible. Nadie nos prepara, ni nos avisa sobre la fragilidad y vulnerabilidad del ser humano y, de lo efìmero que resultan las situaciones perfectas en el tiempo. Sòlo el momento puede ser perfecto, depende de tì.
Uff!
ResponderEliminarLamentablemente, así es la historia, tal y como la cuentas, se repite una y otra vez, y parece que siempre nos otorgan el papel de espectador.
Conviene de vez en cuando recordar este tipo de relatos, que aunque desgarradores y terriblemente tristes, nos dan contexto, convierten nuestros "problemas" cotidianos en razones para avergonzarnos.
Gran sensibilidad, amigo.
Así es la vida, yo no hubiera podido expresarlo mejor. Por desgracia aprendemos a vivir en un mundo donde todas nuestras preocupaciones son meras vanalidades hasta que llega la vida y te da un revés. Entonces es cuando realmente te das cuenta de lo que de verdad importa, de todo lo que a diario tenemos y no apreciamos ni valoramos.
ResponderEliminarEl problema es que no nos paramos a pensarlo ni a sentirlo hasta que te ves envuelto en una situación a la que ningún ser humano está preparado, es entonces cuando un nuevo mundo se abre ante tus ojos y tu corazón.
Realmente creo que es una historia que deberías compartir con todo el mundo, no viene nada mal que de vez en cuando nos recuerden que estas cosas suceden a cualquiera en cualquier momento de la vida, merece la pena pensarlo.
Gracias de nuevo por compartir la vida con nosotros. Maravilloso en serio
Así es la cruda reaidad , llena de baches , de tristezas , de obstácuos que superar...el cuento con final feliz que suelo contar a mis peques no es real casi nunca...pero la mente tiene un poder maravilloso y con ella prácticamente podemos hacer lo que queramos , así que como bien dices ,sólo depende de uno mismo hacer el momento perfecto , sin olvidarnos nunca de esa cruda realidad.
ResponderEliminarCuando os despertéis mañana haced que vuestro día sea perfecto , se que la realidad está ahí y siemre va a estar pero tan sólo una sonrisa puede hacer que descubras que cualquier cosa , por insignificante que creas , te puede hacer feliz...no lo olvidéis...
Por cierto , tus letras maravillosas...llegan dónde tienen que llegar...
PD Ojalá todas esas sombras mundanas caminen y descubran que lo insignificante puede ser grande...
Lamentablemente, como ya comentaron antes, apreciamos el valor de lo que tenemos y de lo bien que estamos sólo cuando algo malo pasa.
ResponderEliminarTambién es cierto que hay pocas personas que tengan esa capacidad para notar el sufrimiento ajeno. Normalmente preferimos girar la cabeza.
Historias tristes hay a montones, pero historias tristes de personas que realmente lo lleven bien y sean un ejemplo a seguir... de esas hay pocas.
Buen descubrimiento hice yo también.
Un beso