lunes, 17 de enero de 2011

EL VIEJO ARCÓN

Cuadernos de bitácoras completos y repletos de notas descansan en las profundidades del viejo arcón; yace olvidado en la habitación más recóndita de la casa. La llave desapareció con la última mudanza, así que ahora es complejo de poder abrir sin dañarlo. Quizás debiera acudir a algún artesano próximo, quizás fuese mejor dejarlo cómo esta y buscar un nuevo objeto donde dar cobijo a nuevos pensamientos, quizás sea mejor opción probar a escuchar lo que tenga que decir.

Sentado sobre una vieja alfombra, decenas de papeles arrugados esparcidos a lo largo del angosto suelo forman parte del paisaje que ante mi asoma. Decidido a escucharlo, no pierdo un segundo en levantarme de donde estoy para salir corriendo hacia cualquier otro lugar. No sin antes haber terminado de escuchar todo lo que tenga que decirme. Esta vez no es suficiente simplemente con oírla como habituó.
Pasan las horas sin obtener absoluta respuesta, pareciera que sus labios hubiesen sellado víctimas de un extraño proceso de solidez mineral. Impenetrables murallas parecieran levantarse en mi presencia, ¿buscará distanciarse de mi?

La diversidad de posibilidades abiertas dan origen a un abanico multicolor en el cuál, cada color representa con su huella dactilar personal, el género al que pertenece cada una de las respuestas imaginadas. Ríos de tintas policromáticas circulan calle abajo buscando una rendija por la que poder filtrarse para acabar desembocando al mar. Este las estará esperando impacientes ante la evidente demora. Les preguntará por su tardanza y ellas, aún afectadas de una preocupante afonía, darán el silencio por respuesta.

De vueltas al punto de partida, conservando la posición primaria, los plazos comienzan a desesperarse ante la inusitada ausencia de palabras silbantes en el aire. Lucha de gigantes entre razón y corazón desatan su más intensa furia por ver el mundo desde el punto más elevado posible. En medio de tan cruenta batalla desatada, surge desde la superficie del polvoriento arcón una suave voz que devuelve a la atmósfera a un estado de tensa calma.

Es una voz muy débil, imperceptible para el oído más fino. No se adivina que puede ni pretende decir. Miradas incrédulas tornan sus rostros; silencio reinante y capacidades reaccionarias dormidas comforman la escena común a ellos. Desaparece cualquier osadía previa dada a cuestionar o a mover uno sólo de sus voluptuosos músculos. Por primera vez, en mucho tiempo, parece que ambos están de acuerdo en algo y es que, sin un concilio interno difícilmente se puede alcanzar cualquier meta fijada. Quizás se trate de indagar en los porqués más profundos y averiguar como lograr que dos enemigos tan acérrimos acaben por estrechar sus manos en un gesto de buena voluntad. Podría ser éste un buen comienzo.

1 comentario:

  1. El incoveniente de encerrar nuestros pensamientos es que después no podemos hacernos con ellos, si pasa como en este caso, que se pierde la llave que los guarda. A mi me pasa algo similar, quiero recuperar unas cartas que una vez envié, su destinatario hizo a un amigo que se las guardase porque no quería deshacerse de ellas, pero considero que soy yo la que debería guardarlas, no hay manera.

    Yo he decidido darlas por perdidas, y no mirar atrás, me centro en los pensamientos que quedan por venir.

    Un besito y buenos días!!!

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