lunes, 27 de diciembre de 2010

EL OCÉANO


Despierto esta mañana con la firmeza de saber que todos los errores cometidos y las consecuencias generadas por estos, constituyen parte de un módelo hasta ahora asumido. No escapo de los resultados adversos sin más, pretendo saber exactamente por qué, dónde y cuándo. La derivación restante es la que azota mi insistencia por demostrarme que los motivos siempre fueron los idóneos bajo el prisma de quién los apreciaba en primera persona. No me escondo de las realidades presentes como respuesta a las vivencias pasadas, asumo hasta la última de las sacudidas que la subida del mar pueda traer hasta mis pies.

El litigio del momento desaparece tras un paso indeterminado de tiempo por el congelador, adecuado para regenerar conceptos y despertar los valores dormidos. Las razones son siempre las mismas, los pasos serán siempre idénticos. Únicamente pretendo continuar andando por hasta dónde ahora lo he estado haciendo. La buena o mala fortuna son meras cuestiones secundarias de las que me ausentó en mis memorias, obviando su relativa importancia. Detenerme en probabilidades del azar, tan ajenas o cercanas a mí aunque indeterminadas, no benefician en nada la creación de nuevos planteamientos.

En un retiro cercano y corporal, sumergido en las aguas más saladas, buceó entre las distintas especies que encuentro. Descubro en su fondo, como muchas de ellas consiguen sobrevivir compartiendo parte de su alimento, otras en cambio aparecen flotando en la superficie víctimas de su propia necedad. Embriagado por la brisa del mar, salgo de ella a descansar sentado sobre la fina orilla que acoge las huellas de un nauta que mantiene encerrada en su puño la brújula que guía de nuevo sus pasos. Un ligero trazo dibuja sobre el suelo la propuesta jurada de volver a intentar equivocarme, pues pensar de manera contraria acabaría por condenarme por siempre.

Una vez repuesto, emprendo el camino a casa inmerso nuevamente en un océano de sentidos a los cuales acudo en busca de respuestas y calma. No son numerosas las preguntas a sabiendas de que dentro, expectante, encuentro lo que necesito. Salgo al exterior en busca de ayuda cuando dentro no hallo lo que busco. Suelen venir determinados por momentos fugaces y esporádicos, encuentros casuales o conocidos y relativas satisfacciones o frustraciones en función de la información recogida. No planteo de inicio una estrategia y una búsqueda planificada, las demandas surgen sobre la marcha, fluyen por sí mismas filtrándose entre las rendijas que se van encontrando a su paso. No espero nada en particular, sólo saciar determinadas inquietudes originadas en el interior del caparazón marino.

Ya dormido, dejo navegar la mente entre la infinidad poética del gran azul a bordo de un ligero y raudo velero que, insaciable, se abre paso entre sus aguas con destino hacia el último confín.