lunes, 9 de mayo de 2011

SAVIA NUEVA

Sentirse vivo aún cuando el aire frío penetre en los pulmones, aún cuando la fatiga nuble los sentidos.

Sentirse lleno de vida al descubrir en tu cuello el lugar idóneo para dar descanso a unos labios errantes; unos labios gastados por la dureza del viaje, desorientados por el desorden del camino.

Sentirse vivo mientras enredo la cabeza en tu camisa, mientras duermo sobre tu pecho esperando que la noche consuma al día.

Sentirse lleno de vida al contemplar el horizonte asomado a tu ventana; una ventana desde la que divisar el resplandor de la hierba más fresca, los senderos más luminosos dibujados por tu balanceo al caminar.

Sentirse vivo al despertar cada mañana, al sentir como el corazón continúa latiendo.

Sentirse lleno de vida aún en las imperfecciones de nuestro tiempo, en los renglones torcidos que dificultan nuestra existencia, en los destellos hirientes de los que abandonan las palabras.

Sentirse vivo, como hombre o como mujer, mientras nos queden alientos de vida. Sentirse vivo siempre.