martes, 21 de junio de 2011

CORONA BOREALIS

En la plenitud ilusoria del joven sus manos sueñan con posarse sobre la fina línea que recubre la extraña piel ajena. Cabalga entre dos mundos tan próximos como lejanos, tan dulces como crueles, tan necesarios como desechables. Toda la belleza de la vida está en las más épicas recreaciones que dispone su mitad onírica; en ocasiones, teme abandonar el letargo para comenzar de nuevo un caminar triste y despacio.

Desearía dar vida a todos aquellos momentos que subyacen bajo el inconsciente y vivir adaptado al nuevo mundo creado. En él, no existirían amores posibles o imposibles, únicamente el amor viviría, puro y cristalino, juguetón e inocente. En él, no habitarían los miedos que paralizan, las dudas que nos devoran, el juicio que nos debilita. En él, aparecerían los cuerpos desnudos de sutilezas, desnudos de imposiciones creadas desde la fragilidad y la responsabilidad.

Devuelto a la realidad, esta noche no parece ser diferente. De nuevo, observa su imagen ante el espejo como la de un marinero que cada noche acude a su cita con las estrellas. Admira impasible el brillo estelar mientras reza para sus adentros, bajo su manto protector exclama deseos con la esperanza de hallar respuestas...........vano anhelo que huye despavorido presa de un rotundo silencio.

Recogiendo sus pedazos, una vez más sus pasos sobrevuelan el aire. Un aire extrañamente fresco, repleto de aromáticas huellas que dibujan un sendero. No reconoce el camino, camina apresurado adentrándose en su interior con la respiración agitada, una silueta a lo lejos y allí apareces tú.

Tú, para colmar de sentido su realidad. Tú, calmando el fuego de su corazón. Tú, para completar la mitad que permanecía huérfana. Tú, dando respuestas a todas sus preguntas. Tú, amando sus imperfecciones..........tú, simplemente, eres.